Hasta los años 60 del siglo veinte, todas las mujeres del pueblo lavaban la ropa en losas de piedra, en la orilla del río, usando “el jabón de losa” que ellas mismas elaboraban.

Para la elaboración de una tasa, (tomando como medida un bote de medio kilo de los del tomate en conserva), se emplea:

 Dieciséis botes de agua.
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 Diez botes de pringue
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 Un kilo de sosa cáustica.
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1. La pringue no tiene que estar rancia y si está almacenada mucho tiempo hay que derretirla primero.
2. Se echa el agua en el lebrillo, la pringue y posteriormente la sosa dándole vueltas con un palo lentamente, sin parar y siempre a derechas.
3. Cuando la mezcla espesa (entre media y una hora), se vuelca sobre un cajón de madera utilizado como molde, con un fondo de paño o papel de periódico.
4. Se extiende la mezcla bien y se señala con una cruz, “para que no se corte decían”.
5. Transcurrido un día se corta en tacos del tamaño deseado con un alambre fino.
6. Pasados unos quince días ya está listo para ser usado.

Era tan bueno como el que se podía adquirir en la tienda, incluso hoy en día los ginecólogos lo recomiendan como jabón íntimo, también para lavar y curar heridas o rozaduras.

Las abuelas cuando lo preparaban, les decían a los niños que no lo mirasen “que se cortaba”, una excusa para alejarles del lugar por precaución, ya que la sosa podía salpicarles causándoles quemaduras en la piel.