Las principales especies son las que acompañan habitualmente a la encina y a la sabina, entre ellas podemos destacar el torvisco (Daphne gnidium), el romero (Rosmarinus officinalis), la aulaga (genista scorpius), el tomillo (Thimus vulgaris) y la retama (Retama sphaerocarpa) entre otros.

 Si recorremos los entornos de la villa de Robledo, nos podemos ir haciendo una idea de la vegetación que predomina. Si miramos desde lo alto del pueblo, en dirección norte hacia el Bonillo, Ballestero, Munera, ¿qué se divisa? mantos de encinas con sus arbustos apenas perceptibles y tierra de labor. Ahora nos giramos hacia el sur, hacia Peñascosa; igualmente se divisan encinas y, refugiados en las zonas más agrestes salvajes y solitarias, los imponentes robles. Hacia el este se adivina la oquedad labrada por el tiempo que forjó el río ahora llamado Jardín.

Y finalmente, hacia el oeste se perciben los vientos que predominan en este lugar de Dios. Su huella queda impresa en los troncos doblados por la tenacidad del viento diario,- ir a la fuente Miranda o bien comprobar los molinos que nos rodean- luego, podríamos decir, que los vientos que predominan son los del NOROESTE e igualmente la cara del pueblo mira hacia el norte –gentes con carácter más castellano que sureño – todo cambia, cambio climático.

Ahora miremos: ¿el predominio de ese viento influye en el tipo de vegetación? Sí. ¿De qué modo?, no nos olvidemos que estamos en el sur- este con su predominio Mediterráneo y Africano-Sahariano y justo por esta razón nos encontramos con el contraste del frío que proviene del noroeste.

El cambio influye en todos, nadie es inmune a su influjo, pero hagamos una observación: los robles son más proclives a crecer en zonas con clima húmedo (del noroeste) y suelos profundos, su retroceso es la consecuencia del régimen menor de lluvias. Diríamos que algo tan recio y fuerte como el roble no tiene más remedio que retroceder ante el empuje de los aires cálidos del sur.

Cojamos la mochila y recorramos esta tierra, nos dirigimos hacia el sur siguiendo las huellas del tiempo, nos podemos guiar por las marcas que las rodadas de los carros dejaron en la piedra y pronto divisamos la cresta de una montaña, justo en la ladera que viene a posar en la rivera de un riachuelo que es llamado los Regajos. Aquí, en lo alto de la cima, asomados a la altiplanicie castellana se encuentran imponentes los robles o quejigos, descansemos un poco a su sombra, su naturaleza resalta y la anchura de sus ramas frondosas nos hablan de su porte recio, tanta fuerza no pasa desapercibida. Los habidos de buques de guerra hicieron mella en sus poblaciones antes extensísimas por todas estas tierras del sur. Su nombre, Quercus, hace referencia a la queratina, y ésta a la dureza. De suerte que es verano y anda frondoso y engalanado, pues ha de recibir muchas aves en sus copas e insectos. Si nos dejamos llevar por el sueño de los tiempos, en la época de los celtas se le llamaba “huir” puerta, puerta del conocimiento era lo que poseía el druida. Entre el sopor de la cabezailla divisamos las agallas suspendidas en una especie de intemporalidad mineral, es inmune al tiempo y como tal, portador de la sabiduría del pasado. Lo que llaman “taninos” los químicos y botánicos es lo que más tiene este árbol y ¿qué es?, cielos despejados con aires cálidos, que es una manera de llamar a lo secante:

• Secar cueros ,curtirlos
• Secar diarreas
• Secar heridas, cerrarlas.
• Secar hemorroides

La mejor manera de emplearla es haciendo una infusión de polvo de agallas con una cuchara de postre en 100 ml de agua ,la tomamos tres veces al día posteriormente a las comidas.

Tomaremos un traguito de agua en los Regajos y veremos qué nos depara el paseíllo. Por la ribera, nos encontramos la “hierba de las 7 sangrías” junto con un gran número de labiadas tumbadas al sol, lo que más les gusta.

Esta hierbecilla de las 7 sangrías es de un color azul intenso, dura y hecha a mil soles. Era antaño empleada en las “subidas de sangre”, cuando la sangre se altera en la primavera, en las picazones, urticarias y fuegos hepáticos. La mejor manera de emplearla y la más segura es en un relajante baño posteriormente de haberla cocido, pues vía interna posee algo de toxicidad.

Vaya sorpresa este año, como ha llovido bastante el río viene crecido y trae poleo, ¡qué llamativo! En una familia que es principalmente de secano y de solearse encontramos un miembro al que le gusta zambullirse en el agua y sentir la claridad y el frescor. Este frescor es precisamente el que le es conferido a su aroma (los aceites esenciales son generalmente cálidos, los aceites son principalmente los artífices del aroma) por eso se emplean en:

• Gargarismos refrescantes.
• Mal aliento ( fuego en el estómago)
• Dolor hepático por falta de bilis, indigestión.
• Lavados tópicos, urticarias, erupciones. (Fuegos epidérmicos)

Cómo corre el río, fresco, juguetón, se le siente recién nacido y lleno de vida, y aun resuenan las risas de los chavales del pueblo bañándose en sus aguas hasta bien entrado agosto.

Siguiendo el curso del río, descendiendo con paso alegre nos cruzamos con el puente del antiguo ferrocarril, hoy “Vía Verde Sierra de Alcaraz” y nos encaminamos hacia el llano siguiendo el río, que ahora se llama río Jardín. En la ribera podemos ver sauces, berros, chopos, iris, tamarrillas, salicarias, algún maguillo escondido, pero lo que resalta son los saúcos; como un arbusto en llamas, sus flores blancas en forma de paraguas son acompañante fiel de estos tramos del río de la vega, silente en el invierno, fresco y oscuro en verano, es “posaa” de aves que se refugian de tanta calina. ¿Y qué remedios porta? Sus flores que esconden peculiaridades únicas son medicina del enfriado, ya sea humano o animal y creemos así fuese extraterrestre (no un terrestre extra) De antaño se cuenta que los animales de carga que, habiendo cogido frío, se les daba vahos con una manta mulera y cocción de saúco y el borrico sudoroso y agradecido con rebuznos lo mostraba.

• Hace sudar la gota (diaforético)
• Rebaja el calor (febrífugo)
• Calma las gargantas secas ( por sus mucilagos –agua)
• Calma las pieles irritadas (por sus mucilagos –agua)
• Las humedades de los reumas las va secando (diaforético)
• Las bayas son laxantes ligeros.

La mejor forma de empleo es la decocción de una cucharada pequeña de flores dos veces al día y calentito.

Una vez que llegamos a los Chospes (los chopos), tomamos nuestra ruta del norte y nos adentramos en la vereda que nos llevara al Campillo, aquí la abundancia, la generosidad, la plenitud, la armonía de la vida “salvaje” y la vida del campesino y ganadero aún se deja translucir. Nogueras centenarias eran una realidad, sabinares llenos de soles y lunas, tomillares, romedales, chopos negros y por doquier aves; todo el tiempo nuestro periplo es acompañado por aves azarosas o contemplativas. La simbiosis entre planta y ave, entre sabina y ave, se deja ver en las hermosas frondosidades de sabinares (madera noble donde las haya, empleada antaño por su fortaleza ante la carcoma, así como por sus aromas balsámicos) Vamos a tomar un trago de agua en la fuente la Tubilla y emprendemos camino a nuestro último destino por hoy, pues aún siendo largo el día, llevamos mucho trecho andado y la mañana es muy temprana “pa’ los que somos alondras”.

Con buen ánimo comenzamos una nueva andanada, nos dirigimos en busca de los humedales de la zona que son dos principalmente, la laguna de Villaverde y la del Arquillo. Saltando la loma que circunda el Campillo nos encontramos la laguna de Villaverde rodeada de sabinares, es un paraíso por la tranquilidad y la poca accesibilidad a sus orillas; una suerte para su conservación. Con la actitud de un contemplativo y con silencio podemos divisar los cientos de aves que por allí pululan. Una vez contemplado este pequeño reducto de paraíso nos dirigimos, si nos quedan fuerzas, por el camino que nos conduce a la laguna del Arquillo. Aquí sorprende la brisa que suele correr, el frescor de sus aguas y el remanso de paz que uno se encuentra. Y así debió de ser en otras épocas, pues fue refugio de gentes que huían de la guerra civil, encontrando tierras fértiles y un acceso complicado para los contendientes. Pescaban cangrejos y peces con cestos de anea, encontraban facilidad para sembrar cereales y recoger frutos y las viviendas eran los restos de las cuevas que podéis contemplar. Tenían sus propios medios para sanarse a través de las plantas medicinales, los restos de animales (pieles de culebras, grasas de cerdo, cáscaras de huevos...) Nos contaba una señora que allí vivió, que era la que hacía las veces de partera y sanadora, cómo cuidaban de los bebés prematuros, de cómo los envolvían en lana como si fuera una pequeña momia y los acercaban al calor de la leña. Era su manera de incubar una nueva vida.

Junto a las cuevas podemos encontrar los peñascos de piedra soleada con mechones de plantas aromáticas y pegajosas, aquí se les llama “árnica de roca” o “té de roca”, un momento contemplándolas y llama la atención cómo un lugar tan inhóspito puede acoger a la planta, no tiene agua, apenas tiene suelo fértil y las horas de sol son continuas.

Otro prodigio de la adaptabilidad, y ¿por qué?. Comentaban los alquimistas que las plantas tenían como tres partes diferenciadas:

• El polo sal, la raíz, lo mineralizado, lo frío, lo oscuro.
• El polo mercurio, lo móvil, lo intermediario, lo comunicativo, las hojas.
• El polo sulfur, lo cálido, lo lábil, lo colorido, lo evanescente, lo sutil, la flor.

Pues bien, la planta de árnica se reproduce con sus raíces, éstas quedan sujetas a la roca y forman un tao (tú en mí, yo en ti) La raíz es “intemporal”, no tan evanescente. ¿Y cómo de una roca la planta puede destilar esos aromas y esas resinas? ¿Y cómo aguanta la sequía y el calor? La poca agua que contiene la guarda con el embalsamamiento de resina-grasa aceitosa, y aún costando imaginar cómo de unas rocas calizas puede sacar aceites, grasas y resinas, nuevamente otra pregunta: ¿hay algo imposible para la naturaleza? Y en su crecer se transforma de raíz-piedra en hoja-resina a flor-esencia, consuelo de estómagos ulcerados, bálsamo de cicatrices o aclarante de diente oscuros. Su carácter de roca se ve en sus consuelos:

• Cicatriza.
• Mineraliza.
• Blanquea.
• Calma.

Que se necesita mucho temple, coraje y decisión para no perder los estribos, y aún con falta de agua, sin tierra, con la sola luz aun siendo abrasadora, y con los arraigos (raíces), se esperanza un porvenir, por muy árido que sea.

Otras plantas que nos encontramos son:

 Tomillo
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(Thymus vulgaris): Conocido matorral por su agradable olor. Además es un buen calmante para la tos o afonía, siempre en infusión sin llegar a hervir.
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Torvisco (Daphne gnidium): Mata de hoja alargada con bolitas anaranjadas en las puntas. Antiguamente se utilizaba como laxante para los animales; hay quien dice que con solo colgárselo del rabo a los corderos ya les producía diarrea.
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Romero (Rosmarinus officinalis): Al igual que el tomillo, es un matorral conocido por su olor y muy utilizado como condimento en algunas comidas de la zona; otra de sus utilidades es como alcohol para cualquier dolor y sobre todo para el reuma. Tiene tantos usos para el ser humano que le llaman el Ginseng español.
Observación: Estos tres matorrales, Tomillo, Torvisco y Romero forman el cortejo de la encina, es decir, que nacen en la misma zona y mismas condiciones que dicho árbol.
 Rosal silvestre (Rosal canina): Iguales que
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los cultivados, pero de nacimiento natural. Sus frutos son utilizados para hacer mermeladas. En infusión es muy bueno para aliviar los catarros.
 Jaras y
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jaguarzos (Cistus ladanifer, Cistis albidus): Muy usados en cosmética como fijador de perfumes.
 Zarzas (Rubís ulmifolius): Rápidamente reconocidas
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tanto por sus afilados pinchos como por su exquisito fruto: la mora. Antiguamente se comían los brotes y las hojas en ensaladas. Además de tener un buen gusto, tienen el don de ser laxantes.
 Espliego (Lavándula latifolia):
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Muy reconocido también por su aroma. Bien por su olor en seco o en infusión tiene la facultad de ser calmante o relajante.
 Ajedrea (Satureja montana):
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Utilizada como condimento para algunos platos, aliño de las aceitunas o especia para adobar. Resulta muy digestiva.
 Durillo (Viburnum tinus).
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Carrizales (Arundo donax): Característicos de los humedales, en Robledo bordean el de Los Ojos de Villaverde y el de El Arquillo. Utilizados hace tiempo como herramientas para hacer pipas de fumar, escobas... Hay quien los añade a los tomates con agua, sal y vinagre para que no se pongan blandos.
 Aulagas
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(Genista scorpius): Utilizadas para formar parte de rituales religiosos, adornos, etc.
 Retama (Retama sphaerocarpa): Tiene los mismos usos que las
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aulagas. Además antes se frotaba en el pelo para eliminar los piojos. En el lugar en el que se cría se estima que es buen terreno. Además, es mágica, se dice que haciéndole nudos a la misma se pierden las verrugas.
 Endrino
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(Prunas spinosa): Muy visitado por la mano humana para la recolecta de su fruto, ya que con éste se elabora el dulce pacharán.
 Nogal (Juglans regia): Cuyo
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abundante fruto en la zona, la nuez, está recomendado por los médicos para controlar el colesterol y como astringente para la garganta.
 Almendro
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(Prunus dulcis): Al igual que ocurre con el nogal, su fruto, la almendra, está muy recomendado por el médico. Con él se hacen leches, aceites corporales, postres, etc.
 Cerezo (Prunus avium): Las condiciones meteorológicas
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permiten su cultivo en el Municipio. Estas cerezas son de estupendo sabor y de un enorme diámetro.
 Ciruelo (Prunus domestica): Cuyo fruto es muy conocido
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por su poder laxante.
 Manzano (Malus domestica): La manzana tiene todas
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las facultades médico-naturistas recomendables.
 Membrillero (Cydonia
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oblonga): Utilizado en la zona para hacer mermeladas y compotas.
 Chopo
§ (Pópulus canadiensis): Las abundantes choperas de la vega de Robledo conforman, además de un paisaje impresionante, lleno de sombras y frescor, una importante fuente de recursos económicos para quien los cultiva.

 

 

 

El pino carrasco (Pinus halepensis), tiene amplia representación en la zona, ocupando las laderas de río Jardín donde el suelo tiene poco espesor y es muy rocoso, aunque se pueden ver ejemplares de considerable tamaño en las orillas de este río. Es un pino de tamaño mediano, con las acículas flexibles que permanecen secas en el árbol durante años. Las piñas son rojizas y de pequeño tamaño.

La Sabina albar (Juniperus thurifera), es sin duda la especie arbórea más importante de la zona, por su presencia casi exclusiva en la misma. Es una especie de crecimiento muy lento y gran resistencia a las inclemencias del tiempo, muy apreciada por su madera, que se usaba para estructuras de viviendas y que actualmente se encuentra muy protegida debido a su enorme valor ecológico.

Otra especie de este mismo género es el Enebro (Juniperus communis), que aparece en altitudes donde la sabina albar no encuentra unas condiciones adecuadas para su desarrollo. Este árbol, aunque en el municipio es muy raro encontrarlo con este porte, y si en forma de arbusto, tiene las hojas punzantes y sus frutos constituyen la fuente de materia prima utilizada en la elaboración de la ginebra.

 

 

La Encina (Quercus ilex), es quizás la especie frondosa más representativa de la zona, dónde aparecen representadas sus dos subespecies, por un lado la subespecie rotundifolia con sus hojas ovaladas o redondeadas, con el haz blanco y las bellotas dulces, y por otro la subespecie ilex con las hojas lanceoladas, el haz verde oscuro y la bellota amarga.

Es un árbol de talla media que puede alcanzar 25 metros de altura y aguanta bien los climas secos y fríos. Tiene las hojas perennes y permanecen en el árbol de tres a cuatro años, florece en los meses de abril a mayo y las bellotas maduran de octubre a noviembre.

La encina se ha utilizado tradicionalmente como combustible en forma de leña, o mediante carboneo (actualmente sin aplicación).

El Roble o Quejigo (Quercus faginea), es el árbol que da nombre al municipio, debido a su amplia presencia en otros tiempos, ya que en estos momentos, y a causa del cambio climático se encuentran en claro retroceso.

Es una especie de hoja marcescente, es decir, se secan en otoño y perduran en el árbol la mayor parte del invierno.

Las hojas de este árbol se transforman en agallas, después que un insecto coloque un huevo en su interior.

El olmo (Ulmus minor), un árbol que puede alcanzar una gran talla, y cuyas hojas tienen el borde dentado y son asimétricas. En los últimos años muchos de sus ejemplares han desaparecido debido a una grave enfermedad, la grafiosis, provocada por un hongo Ceratocistis ulmi que obstruye los vasos del árbol y lo debilita hasta su muerte.

Otras especies de frondosas con presencia en la zona son, los fresnos, arces, chopos (tanto cultivados como de crecimiento espontáneo), nogales, cerezos, en las riveras del río Jardín y Pradejón; y en los últimos años se está extendiendo el cultivo del olivo (poco representativo).