El arado es el apero más importante de la agricultura. Uno de los instrumentos de origen más antiguo. A lo largo de la historia ha sufrido diferentes transformaciones, desde el más rustico con un tronco de madera, hasta los más modernos de hierro.

La besana es la labor de surcos paralelos, que se hace en invierno con un arado arrastrado por caballerías. El arado corta la tierra, la levanta y la voltea. La labor permite que los residuos de la cosecha y los rastrojos, se incorporen a la tierra, lo que facilita su evolución y preparación para la futura siembra.

El garabato es un arado que sustituye el timón por dos ligeras varas, para ser tirado por una sola caballería, sus elementos principales son:
La esteva, la hijá, la reja, los cañones y las orejeras; además el animal en cuestión, llevaba collerón, horcate, tiros o cadenas, silleta, mandil, cabezá, bozo y largas ramaleras.

Si los bancales eran grandes y de tierra pesada, se labraban con yunta (dos mulas con ubio y arado de timón), si por el contrario el bancal era pequeño o era un huerto y la tierra era ligera se realizaba con garabato.

 

 

Las mujeres lavaban en el río. Bajaban cuando las tareas de la casa se lo permitían, ya hiciera frío o calor, lo hacían en las zonas donde remansaban las aguas, había varios lugares tales como: “el puntal”, “el molino”, “la cañejuela”, “la casilla” y “la máquina”, en El Cubillo y Los Chospes, y en “los regajos”, “el lavaero”, “la cañá las viñas” y “la huerta entamará” en Robledo.

Lavaban sobre losas naturales de piedra colocadas para ello sobre el agua, también se usaban las tablas de madera. La ropa la llevaban en canastos de mimbre.

La ropa blanca se lavaba con jabón de losa elaborado en casa artesanalmente con pringue y sosa, después en el último aclarado se dejaba la ropa en un caldero de zinc con “azulete” para darle un bonito tono, que a fuerza de lavados la ropa había perdido volviéndose amarillenta o parda.

La ropa negra se lavaba con greda (una especie de arcilla arenosa), abundante en esta zona. La greda se deshacía en un cubo con agua y se formaba una masa con la que se frotaba la ropa y que la dejaba brillante. Después se escurría y se tendía sobre chaparros, aliagas y tomillo, y así no pesaba tanto a la vuelta al hogar.

Mientras lavaban se ponían al día de lo ocurrido en el pueblo y contorno, era el momento ideal para chascarrillos y chismes.

 

 

El origen de las escobas amargas proviene de la utilización de la planta llamada “palillos” (mantisalca salmantica). Se trata de una hierba bienal. El primer año forma una roseta de hojas profundamente dentadas y pelosas, el segundo año se espiga y forma un tallo que llega a alcanzar metro y medio donde se encuentran las cabezuelas de flores rosadas. Aquí es cuando la planta esta óptima para su uso.

La planta crece en ribazos, cunetas, lindes y terrenos removidos. Es común en toda la provincia de Albacete.

Para fabricar las escobas debe recolectarse estando en flor y aún verde. La recogida de la planta se hace mediante la siega.

Con un haz de cinco plantas se hace la escoba, este haz se ata fuertemente por los troncos con una cuerda, dándole varias vueltas entrelazadas, tensando a la vez que se va enrollando el haz. Posteriormente se introduce un palo de chopo con punta, quedando firmemente sujeto formando la escoba.

El uso que se le daba a estas escobas estaba destinado a barrer los corrales, era, tinadas y calles.

 

 

Hasta los años 60 del siglo veinte, todas las mujeres del pueblo lavaban la ropa en losas de piedra, en la orilla del río, usando “el jabón de losa” que ellas mismas elaboraban.

Para la elaboración de una tasa, (tomando como medida un bote de medio kilo de los del tomate en conserva), se emplea:

 Dieciséis botes de agua.
Ø

 Diez botes de pringue
Ø

 Un kilo de sosa cáustica.
Ø

1. La pringue no tiene que estar rancia y si está almacenada mucho tiempo hay que derretirla primero.
2. Se echa el agua en el lebrillo, la pringue y posteriormente la sosa dándole vueltas con un palo lentamente, sin parar y siempre a derechas.
3. Cuando la mezcla espesa (entre media y una hora), se vuelca sobre un cajón de madera utilizado como molde, con un fondo de paño o papel de periódico.
4. Se extiende la mezcla bien y se señala con una cruz, “para que no se corte decían”.
5. Transcurrido un día se corta en tacos del tamaño deseado con un alambre fino.
6. Pasados unos quince días ya está listo para ser usado.

Era tan bueno como el que se podía adquirir en la tienda, incluso hoy en día los ginecólogos lo recomiendan como jabón íntimo, también para lavar y curar heridas o rozaduras.

Las abuelas cuando lo preparaban, les decían a los niños que no lo mirasen “que se cortaba”, una excusa para alejarles del lugar por precaución, ya que la sosa podía salpicarles causándoles quemaduras en la piel.